lunes, 31 de octubre de 2011

A CONTRACORRIENTE- MARTA LACIMA


En el primer artículo de opinión que me atreví a escribir hace ya unos meses califiqué a la especie perica -de la que, sin duda alguna, formo parte- como “acomplejados”. Era sólo uno de varios adjetivos que aparecían y no estaba colocado –ni siquiera se me había pasado por la cabeza- para molestar a nadie ni crear ningún tipo de polémica. Pese a todo, saltaron los comentarios de los pericos y de los del otro lado, bien afirmando o bien condenando esa descripción.
Y todo esto lo digo porque, en sólo una semana, se ha demostrado que quizás sí que existe un pequeño factor complejo pero, sin ninguna duda, más que justificado. En menos de siete días soy capaz de contar tres hechos que demuestran cómo, desde el sector oficial, ya sea del futbol o de cualquier institución, se procede a un menosprecio continuo del Espanyol.
Uno de ellos es, quizás, poco grave, pero, sin embargo, nos afecta a todos y demuestra que, en esta liga, son pocos los equipos con facilidades. Me refiero a los horarios de los partidos que han jugado los blanquiazules. Ya van tres encuentros jugados en domingo a las diez de la noche –ya se sabe, el mejor momento para ver futbol en familia, para llevar a los niños a Cornellà y para llegar a una hora razonable a casa para los que trabajan el lunes- y uno a las doce del mediodía que acabó por molestar menos de lo que se esperaba pero que, estaremos de acuerdo, nadie considera el mejor momento del fin de semana para un partido profesional. Me pregunto cuántos asiáticos deben ser ya del Rayo Vallecano, teniendo en cuenta que los madrileños son los principales abonados a este horario.
Los otros dos hechos ya son menos arbitrarios y sólo significan la afirmación de la gran mayoría de las quejas de los pericos. El ya conocido como “adoctrinamiento culé”, si lo quieren llamar así, ha sido una preocupación para muchos aficionados del Espanyol que veían cómo sus hijos recibían tareas y todo tipo de comentarios a modo de ejemplo sobre el equipo vecino. Lo último ya ha sido que un colegio imparta una clase sobre el Barça, directamente y sin ninguna sensación de estar haciendo algo malo. Pero este es sólo otro pequeño hecho que demuestra lo que todos ya sabíamos: ser del Espanyol no está demasiado bien visto, mientras que ser culé es un ejemplo de catalanidad.
Y, cuando ya parecía que la semana había sido suficientemente polémica, aparece el señor Delgado Ferreiro para hacernos ir a dormir otro domingo a las tantas y con un sentimiento de impotencia insuperable. Ya hacía demasiadas semanas que no teníamos un arbitraje de aquellos históricos. Romaric, sin poder abrir el ojo, vio cómo, encima, su equipo perdía un punto que ya tenía casi asegurado y él era amonestado con amarilla. Delgado Ferreiro pasa a ser, a partir de ahora, un claro candidato para echar a Iturralde de los cánticos de la afición.
En definitiva, son tres momentos en los que esta semana podría habernos venido a la mente aquella pregunta que tantas veces otros se han cuestionado: ¿Por qué somos del Espanyol? Y la respuesta está clara: nos gusta luchar en contra de lo establecido y eso nos hace aun más fuertes. Supongo que es por eso que a una servidora le gusta tanto seguir la actualidad de este club.

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